Menta
¿Se puede ser mortal y ser feliz?, se pregunta acaso la mujer que se hamaca en el sillón del geriátrico. O la recién accidentada cada vez que la invade esa ola suave de sombra, de menta y de seda. O Silvia y Lisandro mientras se aman a la luz de la luna; Magdalena, en el momento de realizar su último deseo; Shlomo, al tiempo que toma notas para el libro de todos... La muerte —su idea, su presencia— planea sobre las palabras de este libro como un águila. Pero la felicidad —“esa dulce y amable obligación”, como la describía Thomas Mann— no le va en zaga, así aparezca...